– Por Luis A. Del Vitto & Elisa M. Petenatti. – Herbario y Jardín Botánico UNSL, Área de Farmacognosia (Dpto. Farmacia, Fac. Química, Bioquímica y Farmacia, UNSL) e IMIBIO (CONICET/UNSL, San Luis). E-mail: luisdelvitto31@gmail.com; empetenatti@gmail.com. / Los firmantes son docentes-investigadores de la Universidad Nacional de San Luis. Dirigen el Herbario y el Jardín Botánico de la UNSL. Son catedráticos del Área de Farmacognosia (Dpto. Farmacia, Fac. de Química, Bioquímica y Farmacia), responsables de las Cátedras de Farmacobotánica y Farmacognosia.
Desde sus albores, la civilización humana ha incrementado de forma exponencial el consumo de recursos renovables y no renovables. Las consecuencias son hoy desertización, cambio climático, disminución de la ozonósfera, ecosistemas degradados, pasivos ambientales crecientes, eutrofización, pérdida y contaminación de suelos, polución atmosférica, etc., que alteran la salud de los ecosistemas naturales y de los agro-ecosistemas. Su restauración requiere de mucho tiempo, según grado de afectación y condiciones intrínsecas.
Así, la tasa de extinción de especies ha aumentado, presagiando una gran extinción, quizá la mayor en la historia de la vida sobre la Tierra.
Sin embargo, tanto los países centrales como los menos favorecidos -unos por avaricia, otros por necesidad- continúan las políticas de explotación y expoliación, en detrimento del ambiente natural del cual depende nuestra supervivencia. Es imperativo detener estos procesos, y preservar lo que queda de los ecosistemas naturales.
Los factores que afectan la conservación de los bosques y la biodiversidad ecosistémica
En los últimos 50 años, las investigaciones y la evaluación del estado de los ecosistemas han demostrado los efectos globales deletéreos de la degradación ambiental. La incipiente conciencia ambientalista debe concretarse en acciones decididas para salvaguardar los ecosistemas y su biota.
Múltiples factores, sobre todo antrópicos, actúan negativamente sobre los ecosistemas, contaminando aire, aguas y tierras, deforestando, erosionando y desertizando, exterminando poblaciones y especies, vaciando mares y ríos, eliminando o alterando los hábitats, etc. Entre ellos, la urbanización creciente, deshielos, deforestación, desertización, agotamiento de acuíferos, eutrofización antrópica, extinción biológica, invasiones biológicas, avance de la frontera agropecuaria, lluvia ácida, contaminación radiactiva, mareas negras, agotamiento de recursos energéticos no renovables, etc.
Agendas, convenios y acuerdos internacionales: un largo plazo del que no disponemos
Desde la década del ’70 del siglo XX, se ha tratado de fijar metas progresivas y establecer agendas para reducir pasivos ambientales, emisión de CFCs, incrementar el uso de energía limpia, etc. Se han celebrado infinidad de convenios multilaterales y globales que intereses nacionales o supranacionales han hecho fracasar sistemáticamente; las metas temporales declamadas no han sido cumplidas. Continúa la alteración ambiental causando migraciones masivas, endemias y epidemias, desplazados ambientales y toda clase de calamidades. Esto hace pensar que el mundo (al menos tal como lo conocemos) está condenado si es que persisten las condiciones actuales.
Disposiciones y leyes de Bosques: exponentes del éxito y también del fracaso
La regulación de la explotación de montes, bosques y selvas, es decir los mayores modelos de estabilidad y productividad de los ecosistemas, es un claro ejemplo de la lucha para recuperar los recursos naturales.Hoy se cuentan unos pocos éxitos y una mayoría de aplastantes fracasos. En los países escandinavos y pocos más con gran tradición forestal, la legislación regulatoria ha permitido la recuperación de la superficie boscosa y el incremento de su densidad y tasa de productividad. Ello ha mejorado la calidad del ambiente y admitido una explotación racional, regulada y económicamente productiva.
En cambio, las selvas y bosques tropicales y subtropicales de países en desarrollo, que proveen las mejores y más cotizadas maderas, son llevadas a la extinción mediante una tala selectiva. La degradación se completa con el rozado y quema de restos y el uso de tierras forestales para ganadería y agricultura, sin posibilidad de recuperación.La sobreexplotación es potenciada por sequías, erosión eólica e hídrica, desertificación, contaminación, etc., y sobre todo los incendios forestales, mayormente antrópicos.
En Argentina, la legislación sobre bosques quizá sea suficiente, pero la implementación de la Ley Nacional 26331 (Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos) y de las leyes provinciales que adhieren a ella, quedan al arbitrio de intereses económicos que determinan el destino de grandes extensiones, calificadas como “sin categorizar” (es decir, sin bosques, donde no puede aplicarse la ley), y en el peor caso, dando color “verde” (Categoría III, sectores de bajo valor de conservación que pueden transformarse parcial o totalmente previa evaluación de impacto ambiental)a bosques sanos (o recuperables) y de gran valor ambiental. Las autoridades de aplicación (particularmente las provincias) cargan con gran parte de la responsabilidad. Por ello, Argentina pierde cada vez más superficie boscosa, y los suelos aptos forestales pasan a ser monocultivos. Una táctica frecuente es provocar incendios que degradan la condición de los bosques, explotándolos luego con agricultura o ganadería, o extrayendo “leña seca en pie”.
Los factores que influyen (o pueden influir) positivamente
Una cantidad de actitudes y acciones pueden ejercerse en defensa del ambiente: suspender de inmediato las acciones degradativas, intervenir en favor de los procesos naturales de los ecosistemas, reconvertir la industria, reciclar residuos y efluentes, usar energías alternativas o “limpias”, controlar la huella de carbono de procesos y productos, rehabilitar suelos, hacer agricultura y ganadería sustentable, reforestar y restaurar ecosistemas, evaluar rígidamente el impacto ambiental de nuevos productos y procesos y de obras civiles de infraestructura, preservar la biodiversidad protegiendo especies amenazadas y estableciendo áreas protegidas, introducir especies útiles al cultivo sustentable, racionalizar el uso del agua y su depuración, elaborar biomateriales, producir biocombustibles, practicar cultivo orgánico, hacer arquitectura bioclimática y, finalmente, favorecer el ecoturismo, todos con efectos multiplicadores hacia una educación ambiental conservacionista, la base de todo intento de restauración ambiental.